- Área: 109 m²
- Año: 2016
-
Fotografías:Jesús Granada
-
Proveedores: Cerámicas Pedro Beltrán, Chova, Monestir
«Todo lo que hacen los bosques, los ríos o el aire / Cabe entre estos muros que creen cerrar la estancia»
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Jules Supervielle
Esta vivienda de esparcimiento se construye sobre una antigua majada, como se conocen en la Sierra de Aracena las edificaciones auxiliares que servían como casas de apero, despensa o gallineros. Es esta condición por la que se ubican al borde de la población, estando así más próximas a las ricas huertas, como las que bordean Cortelazor. La majada que encontramos aquí había caído en desuso y estaba próxima a la ruina.
La pequeña construcción se asienta sobre una compleja geometría pentagonal deudora de una estructura de la propiedad moldeada durante generaciones. Compaginar la difícil condición espacial con la exigencia de un razonable programa doméstico supuso el reto principal de la intervención. La estrategia adoptada, muy condicionada por la proximidad del límite, resuelve el proyecto con recursos muy sencillos. Comenzando por la distribución de la vivienda, para la cual se concentran los usos subsidiarios (servicios, calefacción, cocina, almacenaje, escaleras…) en el perímetro, quedando así liberada una clara centralidad doméstica que bajo rasante ocupa la cocina-comedor, en la planta baja el salón y en planta alta un dormitorio-estudio.Esta disposición le confiere una característica cualidad de cascarón horadado, un ámbito protegido que no se restringe a la interioridad, sino que se abre con generosos vanos que apuntan a la profundidad del paisaje. Valle y monte, acogidos en la calidez doméstica, prestan su inmensidad al seno de un hogar humilde. Quizá sea ésta su mayor pretensión, pues, por lo demás, la experiencia del habitar procura una renovada vita simplex construida en torno al alimento, el descanso y la conversación.Más allá de estrictos requerimientos normativos de integración arquitectónica, el proyecto se asienta sobre el extenso terreno común que comparten la arquitectura popular y el gusto contemporáneo.
La lectura en clave actual del suelo estético de la tradición se traduce, nuevamente, en un elogio a la sencillez, manifiesta en una paleta apenas compuesta de madera, teja, piedra, baldosa de barro y el blanco ubicuo.En fachada, la esbeltez que aportan las tres plantas en altura se suaviza con la conservación del edificio original. La majada aporta no sólo un sólido sustento físico, sino que es soporte estético y cultural de la casa. El material se muestra así en su autenticidad, sin adornos, como valor en sí mismo. Esta suerte de podio rústico pronto reveló un hallazgo geométrico inesperado: el cuerpo blanco superior mantiene una relación prácticamente cuadrada en las dos fachadas principales.
No sucedía así en la medianera, cuya configuración estrecha presentaba mayor complejidad. Revestirla con teja no es una mera solución estética, también arraiga la casa con la tradición constructiva vernácula y da una nueva vida a la teja original del edículo. Revisitar la tradición nos lleva a formular una rusticitas nova que supera ya la fiebre del tipismo impostado y ha descubierto, no sin sorpresa, una sincera modernidad en lo rústico. Su sustento ético y estético está en la optimización de recursos, en obtener lo mejor de las herramientas más humildes, en la autenticidad de lo desnudo, del blanco encalado a la piedra de musgo y, sobre todo, en querer cada trabajo como un artesano cuida su obra.